lunes, 23 de agosto de 2010

ENSAYO ESCRITO EN LA MESA DE UN CAFE

A quien no le gustaría construir una máquina del tiempo, de esas que con solo apretar un botón nos hiciera regresar a nuestros gloriosos cinco años, a nuestra inocencia cultivada por los tímidos esfuerzos de padres que nunca en ningún lugar aprendieron a hacerlo, regresar a esas mañanas calurosas de verano en las que el día parecía más largo y lo disfrutaríamos corriendo en los altos pastos o simplemente tirados de bruces al cielo, nos atragantábamos de helados de crema y agua, de dulces que nos pican las muelas y llenar nuestro cerebro de caricaturas muchas veces sin sentido, oh si!, dudo que alguien no quiera regresar a la magnificencia de los cinco años, aunque hay que decir que también tiene sus lados negros, el dormir temprano, el no poder ver películas que los papás miran atentamente y que hablan sobre vampiros ultraterrenos u hombres lobo que comen carne cruda y beben sangre, o las películas románticas en dónde siempre se hace el amor tan deliciosamente que hasta se antoja, el no poder ir solo a ningún lado, el responder preguntas que no entendemos pero que salvan nuestro futuro, oh si!, cuánto daría por regresar ahí, muchas dirán que estoy loco, que eso quizá nunca será posible, pero yo les preguntaría si nunca han tenido ganas de dejar lo que son, lo que nunca fueron y regresar a lo que siempre fue, creo que mientras crecemos vamos perdiendo la magia que habita en nosotros, vamos perdiendo la ilusión de creer en un sueño, de cuestionarnos sobre el universo que nos rodea, referente a las ideas que a diario ahogamos entre simulación y mentiras, antes nos importaba un bledo la política y la economía, nos entreteníamos mirando como el sol alumbraba a sólo dos patas de la mesa del comedor, o como en las nubes se formaba un oso, una boca, un elefante, el subir y bajar de los juegos del parque, las palabras chistosas que no entendíamos y que nos causaba un risa fugaz y nos obligaba a preguntar su significado y a veces esa explicación se volvía plausible a los pocos días, a veces me pregunto cómo es posible que siendo seres humanos perdamos el instinto de la duda y el asombro que emanaba de nosotros unos pocos años antes, ahora sólo se nos conjuga el desaire y el olvido, el desinterés y el desazón, se nos olvida el encantamiento que teníamos por acostarnos en el suelo o las ganas de saber que el mañana no será igual que el ayer, que nuestros pasos eran la mejor dirección posible en un camino desconocido, ahora sólo nos marchamos sin querer mirar la senda que cruza por aquí, perdemos lo mejor de la vida por esperar lo mejor sin saber que es realmente ese mejor que nunca llega, no entiendo porque nos obligamos a siempre continuar, a tener prisa sin saber a donde tenemos que ir, no entendemos que el mundo tiene tanto que no hemos visto, que tiene más sonrisas que ofrecernos que malos días, hay que regresar a ser víctimas del impulso de nuestro corazón, de esas ganas locas de hacer y deshacer, tener de nuevo frente a los ojos esa lontananza de nuestra gloriosa niñez, permitirle a la nostalgia que nos invada el cuerpo, que nos sobrepase el instinto de vivir, dejar de lado a la calamidad y recobrar la dirección que nos permita cumplir nuestros sueños, se que no soy nadie para decir esto, para que siquiera le pongan atención a este ensayo construido al calor de un espresso y una pipa cargada de tabaco, simplemente los quería incitar a regresar a ese lugar en donde siempre se sentía una especie de felicidad sincera, en donde no se extraviaban nuestros ojos y nuestras palabras era simples y directas, en donde muchas veces encontramos diversidad de maneras y no sólo un camino como lo hacemos hoy, insisto en regresar a ese extremo, al de soñar, al de amar sin prejuicios y dogmas, en donde nuestros temores eran simples cuentos de fantasmas en el clóset y nuestra cabeza vagaba en tantos lados y nuestro pequeño corazón nos alcanzaba para sentirlo todo, vivo con la esperanza de que ese niño de cinco años aparezca de nuevo como una sola cara en nuestro rostro y nos regrese esa esperanza loca de seguir descubriendo algo nuevo cada día.

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