lunes, 30 de agosto de 2010

CARTA NUMERO DOS

Amada mía:
Cada vez falta menos para que tu sombra me dé la libertad y me ensarte hipnotizado en la funda de tu almohada, acordarme de ti me da fuerza para no morirme de vergüenza, acordarme de ti es mejor que perderme entre lo blanco y finito del cielo o en el vaivén de las olas que irrumpen y penetran las arenas sin volver jamás a tocarlas; hoy, miré a una gaviota que circundaba el espacio oculto entre las nubes y me rememoró a tu sonrisa perdida en las madrugadas cubiertas de rosas de castilla; tengo un apetito de tus dulces labios suaves (...) que solo imagino en el crepúsculo.
Eterno y tuyo.

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