miércoles, 10 de noviembre de 2010

SUICIDIO

Si estás leyendo ésto significa que los veinticinco miligramos de estricnina hicieron efecto y morí treinta minutos después, la asfixia no fue lo que terminó mi vida sino el deseo implacable de abandonar ese letargo que me obligaba a ver más pálida de lo normal la existencia; no quisiera que me pusieran en una caja de caoba barnizada, ya viví mucho tiempo encerrado como para morir igual, me gustaría terminar dentro de las fauces de un horno y que las cenizas que emanen de mi chamuscada carne pudieran volar libremente por los viñedos, para así sentir una vez más el suave roce del velo del viento y la frívola caricia de las hojas de eucalipto rasgando mi traquea o sentir la lengua húmeda de la cresta de una ola o simplemente compartir la calidez del nido de un ave pasajera que sólo regresa para alimentar a sus diminutos polluelos; quiero dejar bien en claro que a nadie culpo de ésta acción, el único infractor de las leyes del universo fui yo y creo que éste es el mejor de los castigos que pude recibir, no me arrepiento de darme muerte por propia mano aunque eso signifique a la luz de los religiosos terminar la eternidad en un lugar donde el clima nunca cambia, algunas veces me pregunté que era más hereje, no rezar o hacerlo y aún así causar el mal, no me arrepiento de no haber alcanzado la gloria o el éxito o el dinero, esos tres son tan caprichosos como un niño queriendo helado en primavera, son las nuevas prostitutas sociales, se van con aquel que deja más barata su alma, por fortuna, nunca me contagiaron de alguna de las infecciones que normalmente le dejan a los hombres que gobiernan; maldad, hipocresía, intolerancia, deslealtad, viví siempre muy sano y esa es la principal razón de que tomara mi vida yo mismo, en éste mundo ser sano es signo de debilidad y ya no quise compartir el agua, el aire, las nubes, el cielo, las estrellas, los pétalos caídos, los riachuelos, los lagos profundos o las lagunas casi secas con inhumanos por llamarlos de algún modo; no culpo tampoco a la falta de amor, realmente casi no tuve el placer de conocerlo y en los encuentros ocasionales en que nos vimos mezclados nunca me gustó el pérfido aroma que desprendía al momento de la despedida, eso si, me agradaba el néctar de los labios que alegremente se desprendía en uno que otro encuentro pasional, lamentablemente no tuve lo necesario para sostener esa adicción; quiero decirles a las gentes que lean ésto que tampoco es culpa de ustedes, a muchos quizá ni los conocí o si lo hice no recuerdo haber cavado tan profundo en su vida como para llamarlos en mi ayuda o ayudarlos en sus llamados, no fue nada personal, simplemente soy un caso muy particular; quiero dejarle mi recuerdo a la nada que siempre me acompañó y darle a la soledad que ha sido mi más fiel compañera todo lo que poseo, y quiero que ustedes, si, ustedes, los que estarán leyendo ésto, se queden con el tiempo invertido al venir el día de hoy a la lectura de ésta carta suicida y con las dos lágrimas que saldrán de sus extorsionados ojos al finalizarla.

viernes, 5 de noviembre de 2010

ESE, SI, YO.

La última vez que te vi ya casi no te reconocí,
no era por las cicatrices en tu rostro sino por las esquirlas en tú pecho,
tampoco fue por los cardenales de tus piernas sino por las manchas en tus ojos,
incluso no fue por la dulzura de tus letras sino por la amargura de tus voces,
seguía tú sonrisa siendo la misma pero ya le pertenecía al pasado,
yo te veía con ojos llorosos y estabas cansada y aturdida,
tu recordando y yo inventando,
el amor era cadena y las caricias látigos,
decías sin decir mientras yo no decía nada,
y ahora,
torciste camino hacia ningún lugar
y yo,
si, yo,
aquel al que nunca le importó mostrarse débil,
al que no tenía objeción ante tú indiferencia,
me amabas sin entenderlo y nunca averiguaste,
por lo que no me dabas y sabías que tenías,
eso, si, yo,
el que se queda jurando no volver,
el que se va queriendo regresar,
el que se mueve entre las sombras para esperarte,
el que intentó convencerte de las ventajas de tenerme,
ese, si, yo,
un ente al que le dicen que es todo un caso,
si, ese, yo,
el que ahora se está meciendo en los brazos del dolor
mientras la tristeza vigila la puerta.