domingo, 10 de junio de 2007

MAR Y CIELO

La tarde empezaba a caer detrás de las montañas que hay a lo lejos de mi casa, yo solo estaba sentado en la silla de mi balcón pensando que era un día muy parecido al que me enamore de ella.

Todo empezó cuando la conocí en ese pasillo de la escuela, esa tarde se me clavo en el corazón esa mirada cautivadora y esa cabellera roja como un petirrojo que vuela y es inalcanzable para mis manos, mis labios, mis ojos.

Recuerdo que la vi llegar y no dude de que ella y yo éramos el uno para el otro, estaba dispuesto a brindarle todo mi amor para que se quedara, para que intentara abrirme su corazón y yo el mío, pero eso nunca paso gracias a que ella era algo quimérico, como una nube blanca en el cielo, como una ola en mar abierto, como un tornado que corre por la llanura, como un ganso que vuela para emigrar, como una hoja que cae y se la lleva la ventisca de la tarde, como una estrella fugas a mitad de la obscura noche.

También recuerdo que su voz era como un canto angelical, que te hacia perderte en ella, te miraba con esos ojos hechiceros y te cautivaba, te convertía en piedra como la medusa, absorbía mi espacio y mi tiempo, pasaron horas y yo solo la miraba, imaginaba como sería un beso de sus tersos labios, una caricia de sus tibias manos, un suspiro de su hermosa boca.

Empezaba a caer la noche en la pradera y con ella también se empezaron a volver obscuros y marchitos mis recuerdo, se podían escuchar a los grillos cantar a lo lejos, los búhos graznaban, trataba de no acordarme de lo demás pero es inevitable ya que esos momentos nunca los voy a olvidar.

Como olvidar que mi musa, mi princesa, mi rayo de esperanza estuviera con otro hombre, como olvidar sus palabras de reproche de que nunca defendí lo que dije amar, que nunca reuní los deseos, ni la convección, pero como los iba reunir si cada vez que le tomaba por la mano me rechazaba, cuando le decía “te amo” solo contestaba con un “gracias”, la maldita esperanza que me dio solo hizo que pensara que un ángel iba a llegar a mi vida, a la vida de este pobre desdichado, un amante a la antigua, un estúpido que debió haber nacido en el romanticismo, que cree que el amor existe, que el sexo no es solo sexo si lo haces con amor, que sabe o intensa saber lo que es perderse en la mirada de la persona a la que amas con todo lo que tienes, que intenta saber a lo que esa persona huele, a que sabe, el despertar a su lado por la mañana, el compartir las cosa malas, las cosa buenas, las cosas peores y que de repente se te caiga el mundo al ver a tu amada en los brazos de otro, observar como se unen sus labios y sentir que te sacan el corazón con una cuchara.

Pienso también en que deseo que sea muy feliz, que esa persona le de todo lo que yo quería darle, que la ame, que la cuide, que la respete, que la haga sentir increíblemente emocionada cuando lo vea llegar en las mañanas, que le diga cada minuto que la ama, que la consuele cuando ella llore, que sin palabras la alivie y la lleve a descubrir todo lo vivo que hay dentro de ella, que le haga sentir que no la quema el frió de las terribles noches de invierno, que ser feliz sea su único vicio.

Ahora solo me queda recordar una sola cosa, que mi soledad es tan inmensa como el mar y el cielo, pero mi amor por ella en tan largo y colosal como el infinito.

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