domingo, 10 de junio de 2007

ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO

Era una noche cualquiera como las que pasan a diario en vida, era mi departamento, con las luces apagadas, solo se veía la luz vaga que emiten las estrellas que hay en el cielo, en mi mente solo su nombre vagaba, ese nombre que tanto me atormentaba, aquel nombre que jamás voy a pronunciar porque cada vez que lo digo mi corazón parece estallar.

Se preguntarán por qué me encuentro en este estado:
Bueno, todo comenzó............ un día del cual no recuerdo con exactitud la fecha.

Todo empezó ese día del que ya no quiero acordarme, pero es necesario porque solo así revivo el momento en el que entró a mi vida.

Era un día caluroso en la ciudad, yo me encontraba dando mi paseo matinal por Reforma, iba fumando un cigarrillo y pensando en las últimas noticias del niño verde y Bejarano, de cómo estos tipos pueden hundir al país con todas las porquerías que hacen en el gobierno y de cómo el Peje no hace nada para pararlo, cuando de pronto ¡ZAZ! apareció saliendo de no sé dónde con su cuerpo escultural y sus ojos hermosos que provocaron que me quemara con la colilla del tabaco que me fumaba, olvidándome de las estupideces en las que pensaba, cuando escuche a su amiga gritando su nombre, ese nombre tan hermoso que nunca había oído y como he dicho no quiero pronunciar jamás, ese nombre era... “ Catalina”.

Desde aquel día en que la mire entró en mi ese sentimiento llamado “amor a primera vista” que hasta aquel momento no creía ya que nunca me había pasado. Después de esto empecé a ir diario a ese lugar para solo mirarle pasar, hasta que llego el día en que me atreví a hablarle. Le pregunté como se llamaba pero eso no era importante porque ya estaba enterado de cuál era su nombre, me contestó con un ¿perdón me hablas a mí?, y cuando escuche su voz aseguré que existían los ángeles, le dije: sí a ti y con una sonrisa me dijo su nombre, el cual no voy a decir porque ese nombre me carcome de nuevo el pensamiento.

Pasé unos días sin verla, hasta que llegó el momento en que nos volvimos a encontrar en el café que esta ubicado en Reforma e Insurgentes, la vi, nos reconocimos enseguida, le pregunté que si venía sola y me dijo que sí, entonces con mi don de “poeta barato” le dije:
“Es extraño pensar que no te he visto, he visto a los pájaros volar, pero no a ti. He visto ocasos y amaneceres, pero ni rastro de tus lindos ojos. He visto salir a la luna desde mi ventana, pero de ti no he visto nada”. Ella sólo me sonrió y su hermoso rostro se sonrojó diciéndome que como podía decir eso. Entonces “como torero me aventé al ruedo”; con esto quiero decir que le dije que desde el día en que la conocí me enamore, que no me importaría que me rechazara, nunca me iba a cansar de decírselo. Entonces en sus ojos apareció esa lágrima de felicidad porque también en ella había ese sentimiento, que desde el día en que nos topamos en Reforma le había interesado ese joven intrépido, caballeroso, con una mirada profunda que escondía un alma noble, además con un nombre bonito “Emmanuel”. Entonces fui yo el que se sonrojó, después de que acabó de decir eso nos inundo un silencio abrumador que sólo le comparo con el que hay en mi departamento desde que se fue, pero eso no es importante ahora ya que solo puedo pensar en lo feliz y en lo desdichado que me hizo.

Después de nuestra confesión en aquel café todo empezó a ser diferente. Empezamos ha salir con frecuencia, en esas salidas a bailar o ha tomar un trago en algún bar de esta ciudad que es la más grande del mundo. Además de que es la única en la que el Peje podía ser Presidente; se empezó a dar una química entre los dos, pero además de la química el amor de mi parte se hacia cada vez más grande, hasta que un día la invite a mi departamento inventando no se que cuento. Después de una cena exquisita y un vino la comencé a besar de una forma tan apasionada que ella no hizo nada para detenerme, poco a poco fuimos caminando del comedor a la sala, despojándola de sus ropas y ella de las mías, hasta que llegamos a la cama en donde hicimos el amor de una manera tan delicada, de esas veces en las que el amor no se hace por lujuria sino por el amor que existe entre los amantes. En ese momento me sentía en el Cielo ya que había encontrado por fin a la persona ideal para poder vivir toda una vida (al menos eso pensaba y sentía.)

Pasaron así seis meses, esos seis meses, los más apasionados que he vivido ya que ella y yo seguíamos juntos. El departamento lo habíamos amueblado como queríamos ya que en mi trabajo me dieron un mejor puesto. También nos compramos un carro, el carro de mis sueños (un Volvo gris). Además de que cada noche que hacíamos el amor, era más apasionada que la anterior y en mi había ese amor, ese amor que hoy no entiendo por qué se lo tenía si ella me traicionaba, yo creo que se lo tenía por que no sabía yo nada, hasta que llego aquel día, aquel día nublado y frío de otoño en el que todo lo que sentía se empezaba a ir al Infierno.

Si de los demás días no quería acordarme de éstos menos, ya que estos empezaron a ser los peores que he vivido durante mi adultez.

Ese día, el día que maldigo con todas mis fuerzas, todo empezó mal desde la mañana cuando se levantó y no me besó, en ese momento entró en mi ese presentimiento de que algo iba a salir mal, en el periódico las noticias; “Sube la gasolina en el país”, “El Peje gana la presidencia con un 80% de los votos totales”, “Los carros de lujo se abaratan”, me dije a mí mismo: (Para haber sabido me compro mi carro después), pero eso no es lo importante, lo relevante de este día fue que por primera vez la fui a ver al trabajo ya que nunca desde que la conozco lo hice, al entrar al edificio me entró un presentimiento de que algo iba a pasar, pero no me importó y seguí caminando hacía su oficina.

Al entrar la vi, la miré besándose con un tipo, intentando hacer el amor en el escritorio de madera, ese escritorio que le mandé hacer y que tiene grabado “TE AMO” en todos los cajones, la miré y aparecieron las lágrimas en mis ojos, ellos no me vieron, salí corriendo del lugar, pensando en como fue capaz de traicionar ese amor incondicional que yo le daba, esa pregunta me atravesaba la mente de un lado a otro sin podérmela contestar. Tanto dolor sentí que me fui a tomar unos tragos a la “Cantina San Ángel”, llegué a las cuatro de la mañana. Al despertar me entro como flecha en el corazón esa imagen, la imagen de mi amada en los brazos de otro tipo, la idea de que le daba el que yo no le diera, la idea de matar a ese desgraciado pasó por mi mente más de mil veces así que me fui a la Buenos Aires ahí donde venden cosas robadas y auto-partes a comprar una pistola pero ya estando ahí recordé de que si ella me había hecho eso yo no le importaba y por qué iba a tirar mi vida por una persona que ya no me amaba.

Regrese a casa como a las diez y ella ya estaba ahí, me senté y apareció de nuevo ese silencio abrumador hasta que hable y le dije: “¿por qué, por qué me hiciste esto a mi?, a mi que te he amado sin limite, que te he entregado mi corazón sin ninguna condición”, me contestó que ella me amó pero que esa magia había desaparecido y que ella no quería lastimarme, que por eso no me había dicho nada. Cuando terminó de decir esto entró a la alcoba y empezó a empacar sus cosas pero a mi eso no me importó ya que mi dolor era tan grande que si se moría en ese preciso momento no me iba importar, se largó, pero con ella también se fue mi corazón, por eso cada noche veo el cielo, el resplandor de las estrellas, fumándome mi cigarro y pensando que en esos momentos yo estuve “entre el cielo y el infierno”; pero ahora solo estoy aquí, en el mismo departamento, con la misma soledad, con los mismos cigarros y con el mismo silencio abrumador de las frías noches de invierno.

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