domingo, 10 de junio de 2007

FLOR GÉLIDA

Su nombre era parecido al de una flor, una de las flores más hermosas que la creación hizo, a pesar de que era otoño ella seguía siendo bella, claro ¿ Cómo una flor va a perder su hermosura?.

Como dije era otoño cuando entré al jardín de sus turbulencias, entre sin querer o a lo mejor queriendo pero siempre tratando de caminar con la verdad y la honestidad por ese jardín, un jardín que yo pensé que era real pero más tarde me pude dar cuenta de que solo era una ilusión, porque en realidad solo estaba caminando por un sendero muerto y sin fin. (Algunos lo llaman soledad).

Ese otoño me hacía un año más viejo, era un año más de hacer lo mismo todos los días, como la luna que sale todas las noches por el mismo lugar, como el viento que diario se lleva las hojas que caen de su rama muerta, así era mi vida.

Todo cambio el día que la conocí, ni mis días, ni mis lágrimas, ni mis pensamientos, ni mis sentimientos volvieron a ser los mismos.

Todo empezó como una linda amistad entre esa flor y yo, un día el cual no recuerdo la fecha, lo único que recuerdo es que el clima se parecía a mi corazón antes de conocerla. Desde que la mire en ese pasillo entró en mi mente su rostro, sus ojos, su risa, su voz, esa chispa de ingenio, dulzura, ingenuidad, esa chispa fue la que prendió mi corazón con amor y que poco después quemó con su desprecio y su desolación.

Cada día que pasaba era mejor que el anterior, por que algunos días solo la contemplaba caminando de un lado a otro, algunos otros días platicábamos y me miraba a los ojos, por que algunos otros días me abrazaba y me decía “te quiero”, por que algunos otros días simplemente me sonreía.

Esta flor tenia jardinero pero eso a mi no me importó porque lo que sentía ya no lo podía contener más, tenía que decírselo, tenía que quitarme ese peso de mi mente y de mi corazón, así que me arme de valor y le dije: “flor, eres una persona muy especial para mí, eres el ángel que desde hace mucho tiempo estuve buscando y no podía encontrar, eres la felicidad que el destino me había negado, eres un rayo que ha encendido de nuevo una llama que estaba apagada desde hace mucho tiempo, es tan difícil decirte esto, es una lucha entre mi mente y mi corazón, entre mi alma y mi vida, entre mi mirada y mi respiración, entre mis sueños y mi realidad, pero se que tu eres real y aunque no pase nada entre nosotros sé que mi felicidad si existe y que a pesar de todo lo malo que hice el destino me permitió conocerte”, después de que dije esto ella solo se quedo callada y se sonrojo y después de un rato con su hermosa y tierna voz me dijo: “ No te merezco, mereces algo mejor que yo”.

Pero sin embargo esa flor me daba un poco de esperanza, esperanzado a que cambiara de opinión, esperanzado a que ella me quisiera un poco, esperanzado a que me abriera su corazón y entrar y quedarme un tiempo y poder darle todo mi cariño, un cariño puro y sincero que no le pedía nada a cambio solo que me mirara.

Mi esperanza se truncó un martes en la tarde, raro porque esa tarde estaba calurosa, a lo mejor ese cambio me estaba queriendo decir algo, como una señal de que en mi corazón también iba haber un cambio, de la felicidad a la desolación.

Entre por el mismo pasillo y caminé en línea recta hasta la pared del fondo, cuando de pronto divisé a la flor en manos de otro hombre, yo no lo creía, pensaba que solo era una estúpida broma, no lo creía porque pensaba que era imposible que a esa flor se le olvidara tan rápido todo lo que mencioné, como si nunca le hubiera importado nada de lo que dije, pensaba que era imposible que su corazón fuera un hielo si ella era una flor.

Ahora pienso que ella no era una flor, ella era simplemente una persona con un disfraz de ternura, de entendimiento, de honestidad, demasiado tarde me di cuenta de ello.

Eso es lo que pasa cuando en el jardín de tu corazón quieres plantar una flor gélida.

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