domingo, 5 de abril de 2015

QUE ALGUIEN MÁS

No hace falta que digas una mentira. Bien sabemos que no hay una última oportunidad de guardar nuestras sombras bajo la penumbra ni de canjear nuestros abrazos por gemidos. Entendemos que ya nos extraviamos, que éste enigma llegó para quedarse porqué la respuesta estaba en tus manos y las quitas, porqué estaba en mis ojos y los cierro. No hace falta que trate de convencerte. Sé bien que mis dedos ya son invierno; que algunas cosas no se callan cuando las borro ni otras aparecen cuando miro la luna. Últimamente ya no recuerdo el día en que nos empezamos a reír a destiempo, el instante en que deseamos que la última vez en realidad fuera la última. Sé que no recuerdas el momento en que aprendiste a no confundir coincidencia con casualidad, a dejar de sentir miedo cuando piensas en el futuro. No hace falta que te diga una blasfemia. Bien sabemos que probablemente lo más impactante sea todo eso que no te digo. Ese silencio de sabernos, de percibir que en medio de nuestras peores tormentas comulgamos con fantasmas que ni sabían nuestro nombre. Los dos, ahora, estamos con los bolsillo rotos, y el horizonte desgastado de tanto contemplarlo. No hace falta que tratemos de esconder que eres el mar violento que se adentra para volver imparable y, yo soy la espera y el peñasco donde rompes. ¿En dónde estamos, junto al río o al borde de la noche; en un pasado del que no quieres hablar o en el pedacito inerte de luz y quimera que es el hoy?

No hace falta. Te dejo libre. Cuando te conocí eras estrella y quien diablos me creo que soy para bajarte del cielo. No hace falta que te siga mintiendo, no hace falta que te escondas para sentir a otro. No, no hace falta nada de eso cuando lo que me faltó fue coraje y ganas. Esas si que menguaron cuando la primera nube se iluminó de negro. No hace falta que digas que también es tú culpa. No hace falta que declares que él te entregó algo más que su cuerpo. No hace falta que me enseñes los mensajes o las fotos o la canción que te escribió. Sé bien que ya es hora de que me vaya porque ya no hay señales que nos rescaten ni caminos que nos regresen. Insistir resulta necesario únicamente si es para recordar que no vale la pena nada que no sea correspondido.

Aquí dejo éstos versos en desorden en espera de sólo una cosa: que un día alguien los lea y en lugar de achaques y reproches, encuentre la respuesta a nuestro enigma y la haga suya, evitando así tener algún día que recordar un olvido que en verdad sea el último.

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