viernes, 5 de febrero de 2010

UN DIA CUALQUIERA

Bajan en las esquinas de banquetas rotas
miran de reojo haciendo pausas infranqueables
se silencian se gritan y respiran inútilmente la dulce ventisca infernal
sintiendo las arenas movedizas bajo sus párpados
y el salado andrajo entre sus brazos
tocando la esperanza rozando la tristeza y sonriendo a la desgracia
mientras el cielo se va partiendo en tres colores casi idénticos pero no reconocibles
y el sol cae por el horizonte casi tan suave como los vestidos de los amantes por las noches
y las hojas marrón que se deslizan como alfombras les bañan los cuarteados pies
perdiéndose de nuevo al unisono berrido del encapotado cielo

Se cubren las manos con sus lamentos se tocan las mejillas y abren los dedos
como capullos de lirios que les pican la nariz mientras contemplan las grietas en el suelo
y fijan sus oídos a la cháchara ajena y cruzan las piernas que son como troncos de caoba
y al llegar a sus palacios por donde se escurre el placer hedonista y la lágrima marchita
se tumban sobre colchones de clavos y abren las ventanas para que los fantasmas del miedo
penetren sus sabanas frías y los hagan caminar sobre el fango de amores podridos
mascando tabaco viejo y fumando suspiros que les recuerdan y que me recuerdan
que jamas superaremos su olvido

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