martes, 30 de junio de 2009

TELEGRAMA

El cielo estaba cargado de un color humo,
en donde las ramas verdes y las flores moradas del jardín frente a mi no se mueven, en donde la absorta frustración que esta en mi no pierde la atención sobre los diagramas del taciturno arrepentimiento, ahí estoy yo, con la mirada en cualquier lugar, con los dedos torpes por el sudor, encontrando el final de la cicatriz de mi mano que me recuerda el estrecho camino de la importunidad menguante, me miro en el espejo y no hay nada, ni el saco redondo de huesos que tenia sobre mis hombros, pienso sin imágenes, recuerdo sin palabras; tu nombre sin nombre pero con mucho sentido y poca causa; el mío que perdido en el tiempo esta, miro a los ojos de alguien que mira, que escucha, que ríe y murmura, yo no tengo el valor de sonreír, no por el amarrillento color de mis dientes si no por la cautela de mis felicidades, y mientras yo dejo de ser hombre y me opaco en el transcurrir de los minutos mientras espero el telegrama de tus grandezas, el viento me arroja a los brazos del frió y a la garganta de tu olvido.

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