domingo, 10 de marzo de 2013

ACUARIO EN SI MENOR

Admiras el líquido que hay en el frasco, casi intacto, de clonazepam. Diez mililitros. Rivotril. Las gotas deben mezclarse con agua, té o jugo de frutas. Su venta requiere receta médica que se retendrá en la farmacia. No se administre directamente en la boca. Su uso prolongado puede generar dependencia. ¿Cuántos mililitros de clonazepam, fenobarbitral, tuinal o nembutal necesitarás para descansar?. "Dependencia", esa terrible palabra que usamos con desdén y vanagloria; motor de dichas, columpio de nuestras fobias; "dependencia, dependencia, dependencia". Yo hace mucho que no sé lo que es, tanto hace que no sé de su ineludible poder, de su mágica sensación de que tú existencia fugaz y absurda no es más que algo sin forma, materia indefinida, sustancia elástica, sin peso ni altura, que se dilata, que se contrae, que gira, al principio en pequeñas espirales; luego en espirales más amplias y al cabo, a punto ya de que pierdas la conciencia, vertiginosamente, en torno a un círculo concéntrico que eres tú mismo. Recurrir a las benzodeacepinas o a los barbitúricos para matarse no requiere de valentía, sin embargo, si hay un riesgo. Mucha gente muere intoxicada con ellos, pero no toda la que los usa para matarse lo consigue; dicho de otro modo, ni aunque te bebieras todo el frasco, puedes estar completamente seguro de que conseguirás lo que pretendes. Si ésto no fuese así, ¿por qué piensas en valerte, también, de la pistola?...

(Se detiene, reflexiona y vuelve a comenzar de otro modo).

De la cascada flexible y cercana que es el agua que te refleja, naufraga una cara cuya identidad aprehendes luego de un rato de hacer memoria. Acercas tus ojos a sus ojos, escudriñas la apretada orografía que es tú frente, observas cuidadosamente la rechoncha nariz que se ilumina, los pelos blancos y rubios que te crecen alrededor de las mejillas y las entradas cada vez más grandes que se aprecian en tú cada vez más canosa cabellera. Mientras lo haces, viene a ti y no lo niegues, esa recurrente reflexión, esa penosa idea, ese sanguinario y súbito arquetipo: el miedo que te produce no conocer, sin intermediarios, tú cara. ¿Es real esa imagen, o sólo es una más de las mentiras de tú imaginación?. Hubo un tiempo y lo sabes, en que la muerte y su inviolabilidad llenaban tus complejas especulaciones, reflexionabas y escribías sobre la máxima gracias del hombre y su libertad de quitarse la vida, de saber el momento justo de la última bocanada de aire, del otrora pensamiento, del pasar de la vida por los ojos. Pensabas y no niegues con la cabeza, que al ser humano y no al destino le corresponde el divino derecho de fijar la hora de su muerte.

(Vuelve a interrumpirse, comienza otra vez por el principio).

Las Variaciones Enigma de Elgar van casi a terminar cuando ya la meticulosa luz del anochecer se entrampa, en pardos nubarrones, en el cielo de la ciudad. Sé que te sientes tranquilo, sin angustias, sin miedos. El sueño sigue flanqueando tu almohada y sabes que apenas le des oportunidad caerás en sus tiernos brazos. Los diez mililitros de clonazepam se te ofrecen, te observan, te ruegan en silencio, te allanan, te claman que los tomes, es una tentación; una lógica e irresistible tentación.

Tuyo, tuyo; sensata dependencia, otrora coincidencia.
El caos de tú nombre se derrama en mi boca, y al presenciarlo, es como si nunca me fuera.

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