Donde no te puedo encontrar,
cómo en estas cuatro paredes, que embotan mi vida,
en cualquier aeropuerto, concertado o desconcertado,
estaría tu nombre.
Aquí, cuando empezaste a vivir para el oro,
cuando se quedó entre sus manos tu cabellera,
pusieron una fecha: veintiocho de mayo. Y regresaron.
Alrededor de ti, de lo que fuiste aquí,
en el cerro gordo, y en funestos paseos,
ya otro, sal o ceniza, te hacen intangible.
Lo veo todo, lo siento todo y me jode confesar:
ademanes, altares, clamores, vértebras de alegría,
retratos carcomidos por la lluvia,
encuentros sagrados, pasitas, por siempres que no duran,
anillos de plata, sucias mordazas, ubicación constelar,
mis horribles poesías...
quiero volverme familiar a todo esto.
Pero tu primer nombre sigue por aquí, cómo en el tiempo aquel,
tu ausencia y tu recuerdo siguen por aquí, cómo en el tiempo aquel.
¡Aquí!
donde tú seguirías estando,
si una hermosa noche como esta,
los dioses no te hubieran olvidado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario