lunes, 2 de noviembre de 2015

LUNES NEGRO

Lo único que pido cuando sé que me va a atacar la tristeza es que no sea cobarde y venga sola; que deje a los elefantes de la nostalgia amarrados en su piedra; que no venga con ella el llanto: verdugo de rencores; que sea ella y solamente ella; que me ataque de frente, sin miramientos, sin mansedumbres, sin piedad; pido que no descargue sobre mi sus hordas de recuerdos: asesinos de memorias; suplico que no ponga en la vanguardia al Aquiles que le escolta: el tiempo; que no sea cobarde y venga sola; que me destruya, que incendie mis escombros, que calcine mis suspiros pero pido que no me asedie con su mortal máquina de guerra: la felicidad pasajera.
Pido mucho; bien sé que no vendrá sin la tortura que es su ariete o sin la condena que es su gastrafete preferido. Sabe que si me ataca sola, la derrotaría al instante. Pero no. Es cobarde y me soltará a los perros de la guerra. ¡Bah!, ya la escucho al compás de las Variaciones Enigma de Elgar, citar a Aulo Vitelio: «un enemigo muerto siempre huele bien».

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