sábado, 1 de enero de 2011

CARPETA DEL RECUERDO

Para que me dejes ir, rompería los silencios que no existen, guardaría en una carpeta a color cada momento que te di y le pondría un broche fabricado con mi alma, en vez de números, podría poner lágrimas de amanecer como numeraria, de pie de página, usaría las letanías de amor que se desprendían sin parar de mis intempestivos labios; usaré de anexos las fotografías que se quedaron guardadas en el cajón; le pediré a las estrella que sobre la cresta de la luna escriban un prólogo que diga que te amé y que te adoré, mientras, las olas del verde mar enlistarán para el índice todos los sueños que se murieron junto con la magia que decías tener; y yo, con mis encalladas manos escribiré la nota del autor que dirá algo como esto:

“Un día un soñador soñó que había encontrado algo más bello que el amor, pensó por un momento que había descifrado los códigos que hay en la espalda de Neptuno, que ilusoriamente las bendiciones de los arcángeles se alargaban y las paredes de la desdicha se encogían mientras exploraba los centímetros delicados de su cuerpo celestial; él -pensó- cabalgaría por el desierto de los reproches hasta llegar a los delirios de azules lirios y que bebería de la clara noche la serie de soles que caen; y de ahí la historia se vuelve una mortaja y se pregunta: ¿Por quién padece?, ¿por qué padece?, pero la que más lo atormenta es ¿hasta cuándo?; ahora, disfruta de ésta carpeta que sólo entiende de besos dados a distancia, de pasados que no han pasado, que entiende que sólo te puede ver con ojos llorosos, que todas esas promesas de haberte enamorado se ven como el humo y todas las risas se sienten como promesas que no cumpliste; disfruta de éstas imágenes que con tanto ahincó deseas guardar y recuérdalo así, como un beso dulce antes de dormir”.

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