lunes, 9 de noviembre de 2015

YA NO HAY TIEMPO

...Ya no hay tiempo, ni para que me descarnes los labios con tus manos ni para que te calcine yo con éstos diez inviernos...
...Ya no hay tiempo, y el ir y venir del mar lo sabe. Deja flotar en su orilla el dulce y prontísimo sinsabor de la esperanza...
...En efecto, se nos terminó el reflejo de la fuente, se acabó la ocasión de volver a nacer en el mismo silencio, se nos apagó la farola y nos quedamos ahí cómo dos sombras ocultas tras la cortina...
...Ya no hay tiempo y éste Dios noctámbulo lo reconoce. Ya no enreda dedos en cabellos o sueños en anhelos o deja besos transfigurados en el marco de una puerta...
...Nos terminamos el crepúsculo, y ahora la noche y el día se igualan. Ya no hay tiempo en blanco para que los dos podamos dibujar un árbol o un esqueleto, la banca de un parque o un vaso con café mal filtrado...
...Es una verdadera lástima que nos hayamos terminado los micro-segundos, el barrunto del reloj, la nata que caía del calendario. Que pena que no podamos volver a salir descalzos y levitar entre los tic-tac que auguran uno que otro despavorido final...
...Ya no hay tiempo, y lo que verdaderamente me preocupa, es que tú siendo dueña de él, hagas un poco más con el sólo fin de jugar con mi corazón al desahucio...
...Está bien, si hay tiempo pero es sólo para los que cómo tú, ya no aman...

lunes, 2 de noviembre de 2015

LUNES NEGRO

Lo único que pido cuando sé que me va a atacar la tristeza es que no sea cobarde y venga sola; que deje a los elefantes de la nostalgia amarrados en su piedra; que no venga con ella el llanto: verdugo de rencores; que sea ella y solamente ella; que me ataque de frente, sin miramientos, sin mansedumbres, sin piedad; pido que no descargue sobre mi sus hordas de recuerdos: asesinos de memorias; suplico que no ponga en la vanguardia al Aquiles que le escolta: el tiempo; que no sea cobarde y venga sola; que me destruya, que incendie mis escombros, que calcine mis suspiros pero pido que no me asedie con su mortal máquina de guerra: la felicidad pasajera.
Pido mucho; bien sé que no vendrá sin la tortura que es su ariete o sin la condena que es su gastrafete preferido. Sabe que si me ataca sola, la derrotaría al instante. Pero no. Es cobarde y me soltará a los perros de la guerra. ¡Bah!, ya la escucho al compás de las Variaciones Enigma de Elgar, citar a Aulo Vitelio: «un enemigo muerto siempre huele bien».

domingo, 1 de noviembre de 2015

EL TRIÁNGULO DE LOS LUNARES

En el mapa que es su piel, se notan claramente los caminos; basta con mirar un poco para saber que los suyos no son lunares; más bien pequeñas islas, en dónde cualquiera atracaría, cuál barcos de quietud, sus labios.

Basta con saber un poco para entender que las líneas de su mano son diminutos horizontes indescifrables
cielos esponjados que se pierden en el más allá; un allá que no tiene Yin; un acá que no tiene Yang; sus lunares son hormigas que muerden a distancia; pájaros invisibles, silenciosos y nostálgicos.

Muchos han querido saber al tacto, cuanto cielo guardan los tres puntos suspensivos que cuelgan de su haz; entre sus líneas, horizontes o lunares, subyace una civilización perdida: aquellos que veneran sus pies desnudos; estoy seguro de que hallaré más lunares en su alma. Redondos, diminutos, como demonios muertos en la palma de un Dios al que le faltan las auroras.

Basta con mirar un poco la distancia que hay entre las comillas de su labios para entender sus ecos; para descartar sus presagios, para dejarle la guía a las estrellas; y bien sé que desconozco sus mares, que no soy el mejor navegante, que le dejo el timón a mis deseos; y bien sé que no sé nada de sus nubes, de sus rocas que escarpan de sal el miedo, del misterioso diablo que le habita; de la brújula descompuesta que le mata.

Muchos han querido saber al gusto, cuanta locura se le junta en la mirada; cuanta noche, cautela o resignación se le queda en los andenes fantasmales del tiempo; cuantas barricadas o trincheras pone ante las ausencias transitorias; cuantas dudas responde mientras la vigilia le canta sobre los ojos. 

Basta con mirar un poco su triángulo de lunares para querer estar perdido en el; para intentar descubrir sus otras dimensiones; para naufragar en cualquiera de sus vértices. 
Para decirle que si aunque no sea el único que le habite.